Un profesor ante su clase debería ser como un músico de jazz en una sesión de improvisación. A partir de una estructura, con un principio y un final predeterminados, se trata de que el docente sepa manejar los instrumentos de los que dispone, los ritmos, los tempos, etc. en función del momento, de la situación y de la reacción de sus oyentes y de él mismo, para crear una sesión que eleve el espíritu, que emocione, que lleve al aprendizaje significativo.
Pero lo más importante es que el docente sepa hacer participar de esa armonía al resto del grupo: a sus alumnos y alumnas (y, por supuesto, a otros docentes), porque sin ellos la interpretación no tiene ningún sentido.
Salvador Rodríguez Ojaos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario